jueves, 27 de septiembre de 2012

Día +104: Puajjjo...

Vaya día que pasé ayer. Estuve con naúseas tooooodo el santo día, a partir de las 10, poco más o menos. ¿Y por qué? Porque para cocinar, quise hacerle a mi chico un poco de cordero asado, con un picadillo de aceite, ajo y perejil. Más simple imposible.

A mí siempre me ha gustado el ajo. No hasta el punto de comérmelo crudo, pero frito o asado reconozco que me priva. Y mi chico... bueno, él no hace mahonesa con ajo, hace ajo con mahonesa. Y nunca me había dado problemas. A ver, no es que tome ajo todos los días a todas horas. Y desde la intervención, lo he racionado muy pero que muy mucho. De hecho, el cordero no era para mí, yo tenía patatas y un huevo hervido para comer.

Pero ya en el horno, cuando empieza a salir ese olorcito a carne asada con ajito, que en cualquier otro momento me habría hecho la boca agua... puaj, qué horror. Hacía semanas que no me encontraba tan mal. Ya os digo, todo el santo día con náuseas. Incluso por la tarde, cuando fui a clase (¿recordáis el curso del que os hablé en la entrada anterior?) a media lección tuve que salir e ir al baño. Vamos, un desastre.

Menos mal que el día anterior me había pasado por una tetería que me encanta. No compré té, claro, y es una lástima porque también me gusta mucho. Pero me llevé un par de infusiones digestivas que fueron las que me ayudaron a terminar de pasar el día. Creo que, de no ser por ellas, aún seguiría con la vomitona.

Para que veáis. Este tipo de intervenciones es como si te cogieran el estómago y le dieran la vuelta. Cosas fuertes que hasta ahora te encantaban, te dan náuseas con sólo olerlas. Lo positivo es que así te fuerzan a comer cosas suaves Pero ésta es la parte negativa.

Por si acaso, hoy, tortilla francesa para los dos. Aunque la de él lleva atún y pimiento rojo. Tampoco tiene él la culpa.

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