miércoles, 14 de noviembre de 2012

Día +152: Sin bajar la guardia



Llevaba tieeeeeempo sin tener un mal día. Mal día relacionado con la comida, se entiende.

Hace un par de días, mi chico y yo teníamos algo que celebrar, así que salimos a cenar fuera. Nos decantamos por una hamburguesería que recomiendo a todo el mundo... que no se haya operado todavía. Las hamburguesas están que te mueres, pero son bastante grandes.

Fui con un poco de aprensión, pero mi chico estaba muy ilusionado por probar el lugar y yo llevaba un tiempo estupendamente, así que decidimos arriesgarnos. Para no tener problemas, me pedí la hamburguesa más ligera que tenían en la cartas, una de pescado. Sin pan, por supuesto, sólo la hamburguesa al plato. Guarnición: no gracias, nada de verduras ni cosas con fibra que me llenarían más, ni patatas fritas que engordan. Hamburguesa monda y lironda. Y lo que veis arriba fue lo que me sirvieron (Como os digo, la guarnición apenas la caté, pero me la sirvieron igualmente).

Reconozco que disfruté como una enana. La hamburguesa estaba de toma pan y moja. Y el hamburguesón de ternera de Kobe con todo que se zampó mi chico... ni os cuento.

Pero al salir del local... Ay, al salir del local. Mi manera de saber que mi estómago ha dicho basta es darme cuenta de que estoy moqueando como una loca. Y nada más salir ya tuve que echar mano al kleenex. Mal rollito, pensé. Y efectivamente, acabé echando hasta la primera papilla antes incluso de llegar al coche. Desde aquí pido disculpas al pobre barrendero que haya tenido que recoger la papelera a la que me tuve que abrazar.

Mi gozo en un pozo. Para que veáis que no se puede bajar la guardia, aunque creáis que lo tenéis todo controlado. Esto es como la diabetes, como el tabaquismo, como cualquier problema crónico. Te deja hacer vida normal, pero siempre debes ir con tiento. Que quien algo quiere, algo le cuesta.

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