domingo, 25 de noviembre de 2012

Día +163: Un día cualquiera.

Algun@s de vosotr@s me habéis preguntado qué quiero decir exactamente cuando digo que hago vida normal, y si veo alguna diferencia con mi vida de antes. Así que os voy a contar cómo es un día normal, como yo lo entiendo.

Antes de nada, no tengo una rutina de trabajo como tendréis muchos de vosotros (los afortunados, pero ésa es otra historia) porque trabajo por turnos. Así que os comento, por ejemplo, un día en el que tengo turno de mañana. ¿Ok?

Me levanto a las 6,45 de la mañana. Salgo de casa a las 7,20, más o menos. Antes desayunaba un café con leche en el hospital, así que me iba de casa en ayunas. Ahora no. Con la excusa de que tengo que tomarme la medicación, me levanto un poquitín más pronto y así me da tiempo a prepararme mi café o mi leche y un par de tostadas. Hoy, por ejemplo, con jamón cocido, porque se me ha acabado el queso.

Empiezo mi turno a las 8 de la mañana y acabo a las 3 de la tarde. una de las principales diferencias la noto aquí. Ya he bajado casi dos tallas en mi uniforme, y el "casi" es porque me gusta trabajar con ropa amplia. Además, al final del turno casi siempre me dolían las piernas una barbaridad, porque estoy mucho tiempo de pie. Ahora ni me acuerdo de ellas.

Procuro hacer dos descansos durante el turno, cuando buenamente puedo, para tomarme una fruta o un par de galletas, lo que tenga más a mano. Para no estar muchas horas sin comer y llegar a la hora de la comida con un hambre de lobo, que entonces es cuando me paso y la lío.

Salgo a las 3 y llego a casa. Antes, llegaba a mi segundo piso sin ascensor resollando como una locomotora; ahora los subo casi a la carrera. ¡De momento, todo ventajas!

Como mi chico está en casa, él es quien hace la comida, así que ha tenido que concienciarse de qué puedo comer y qué no. Aún sigue haciéndome cosas un poco calóricas, pero en general se ha adaptado bastante a la nueva situación. Incluso ya no me sirve los vasazos de agua que me servía antes. ¡Todo es aprender!

A media tarde merendamos un poco y luego damos nuestro paseo diario, aprovechando que sacamos a pasear al perro. Estamos fuera al menos 30-45 minutos. Lo solemos llevar a un parque canino que hay a unos 500 metros de casa, pero incluso ahí vamos paseando, mientras vigilamos que el animal trisque y juegue a gusto. Además, después  aprovechamos para comprar, ir de escaparates, hacer recados... lo que haga falta. Reconozco que a veces me hago un poco la remolona, pero ahí está mi chico sacándome de casa a rastras. Él no lo creerá por lo mucho que protesto,pero se lo agradezco mucho.

Volvemos a casa más o menos a las 6-7 de la tarde, y aprovechamos para poner la casa en condiciones antes de la cena; ya sabéis, recoger, barrer, fregar  platos, etc. Salvo que mi chico haya tenido tiempo de hacerlo por la mañana, entonces aprovechamos para descansar y relajarnos. ¡Que también toca!

Cenamos pronto, a las 8 ò 9 de la noche como mucho, para que me dé tiempo a hacer la digestión antes de acostarme. Procuro cenar lo más ligero posible; anoche,por ejemplo, tocó un revuelto de setas, pero sin ajo y perejil como me gusta a mí, para no hacer la digestión pesada. Y luego, más tranquilidad: tele, libro... algo tranquilo, para no irse a la cama excitados.

A las 11 de la noche o así, un resopón (vaso de leche, yogur... según lo que tenga en casa) y a la cama, que al día siguiente hay que madrugar. Y vuelta a empezar.

Ése es mi día normal. Sólo que ahora me canso mucho menos y me muevo mucho más. ¡Y lo que me queda!

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